Si algún día te vuelvo a encontrar, no esquives la mirada, regálame esa sonrisa disimulada, que tantas veces disfruté.
Y si el tiempo ha cambiado tu voz, déjame reconocerla en el temblor, como quien escucha una canción antigua que aún sabe consolar.
Aun cuando tu voz haya cambiado, seguro estoy que los sentimientos no, estos están allí, calmados y aquietados.
Como agua que espera en el pozo, sin prisa, sin olvido, guardando el reflejo de lo que fuimos para cuando vuelvas a mirar.
Esa agua que refleja lo que vivimos, y no como un reclamo, sino como un recordatorio de que el amor es más que un instante.
Es presencia que no se borra, es raíz que no se ve, es esa sonrisa disimulada que aún vive en mi memoria como si nunca te hubieras ido.
Y es que en mi mente, nunca te fuiste, aunque sí lo sintió mi piel, pues acostumbrada estaba al sabor de tu miel.
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