Gracias por cambiarme la vida
por lo que me enseñaste, mientras contigo era compartida
por los momentos de alegría
por las cosas que hicimos día tras día.
Gracias por esa alma enamorada
que me la entregaste de forma desinteresada
también por los latidos de ese corazón agitado
que me permitieron tener certeza, al estar a tu lado.
Gracias por ser parte de mi laberinto
al que llegaste por casualidad o por instinto
y lo transformaste en algo tan lindo
que dejo de ser curvilíneo, para convertirse en perfecto.
Me aceptaste con mis miedos y defectos
y aquellas cosas que me faltaban
y que tú, con paciencia las complementabas
que me sentí grande, cada vez que te besaba.
Gracias por demostrarme que valía
que lo pasado era pasado y que nada conseguía
seguirme atormentando cada día
con aquello que avanzar no me permitía.
Fuiste el lucero de mi cielo
y alumbraste mi camino cuando estaba en el suelo
dejaste que me embriague de tus caricias
y que de a poco, a mi cara vuelva la sonrisa.
Gracias por aquello que fue y lo que me enseñaste
aquello que, sin pensar en ti, me dejaste
por tus ratos de entrega total
aquello que me permitía sentirme inmortal.
Y que al final, fue lo más bello que he vivido
ha sido aquello que compartí contigo
los momentos más felices que he tenido
han sido aquello que, a escondidas, compartimos.
Gracias por tu entrega
que la hiciste sin esperar recompensa
simplemente me enseñaste a amar con entereza
sin importar lo que después podría pasar.