El cielo se vestía de mil colores
y alborozados lanzábamos a volar las cometas
gastábamos todo el ovillo
y muchas veces se perdían en el infinito.
Mas eso nos divertía, nos daba alegrías
y pensábamos que si la cometa no regresaba
se habría ido donde la abuela o el abuelo, allá en el cielo
y eso nos dejaba contentos.
Muchas veces nos amanecíamos pegando los papeles
para el siguiente día lanzarla al viento
en ocasiones poníamos en ella nuestros sueños
de querer volar hasta donde estaban nuestros seres queridos.
Cada viento fuerte, nos derribaba los sueños
más eso no era impedimento, éramos chichos
solo queríamos divertirnos
y en pilotos de cometas, convertirnos.
Algunos más osados, les hacían caritas a sus creaciones
y se lanzaban a las planicies, aunque a veces se iban de narices
sucios, golpeados y cansados
regresábamos a casa muy felices.
Hoy solo de eso, quedan los recuerdos
y sonreímos cuando la gente nos decía que no estábamos cuerdos
lo que no sabían es que era felicidad pura
y no estábamos ligados, a ninguna atadura.
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