El sonido de tus tacones
desvió mi mirada, sin malas intenciones
solo fue un instante, y quedé como hipnotizado
al observar aquella hermosa figura, sobre los zapatos que me habían alterado.
Luego del primer impacto, quedé sin poder decir nada
y te juro que no sabía qué me había llevado a ese sitio, aquella mañana
una sola vez fue suficiente
para que no te pueda sacar de mi mente.
Belleza extrema, mezclada con inteligencia
algo poco común, pero que marcó la diferencia
en tu caso particular, denotaban esa avasalladora hermosura
que era imposible no fijarse y perder la cordura.
Me sentía en el paraíso, sin haberme transportado a ninguna parte
eso no fue necesario, pues allí mismo me quedé idiotizado ante esa obra de arte
mi corazón latía como un tambor, y no quise quitar la mirada y perderme aquella ocasión
de observar de cerca, esa hermosa creación.
Días después, te convertirías en mi amante
y no solo en cuerpo como es costumbre, sino como los amores de antes
con poesía, música y detalles, que elevaron la categoría de nuestro romance
que lo disfrutamos sin resistencia ni prejuicios, de saber que te podrías delatar en algún instante.
No dejamos sitio sin recorrernos, parecía que desgastaríamos la piel
de tantos besos y caricias, que estábamos a punto de enloquecer
sin medir tiempo ni distancia, hacíamos de nuestro cuerpo, una hoguera
que era imposible apagarla, aunque de verdad leña ya no hubiera.
Sentíamos que tocábamos el cielo, algo que no se hace estando cuerdo
más nosotros entrabamos en éxtasis con nuestros cuerpos
que la luna se quedaba observándonos nuestra lujuria
que parecía no tener fin, cada vez que las ganas, nos ponían en penurias.
Y así fue nuestro romance prohibido, que dejamos el alma en cada encuentro
y sentíamos que algo se moría, cuando nos despedíamos en su momento
nuestros besos eran de sabores inimaginables
que aun ahora, los llevo en los labios, como algo incomparable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por leernos