Gracias por amarme en mis silencios,
por sostenerme cuando el mundo pesaba,
por darme tu tiempo como un regalo
que nunca se mide en relojes.
Gracias por tu paciencia infinita,
por escuchar mis dudas sin prisa,
por ser refugio en las tormentas
y luz en las madrugadas más largas.
Eres apoyo, eres raíz,
eres la certeza que me devuelve calma.
En tu gesto sencillo habita la fuerza
que me recuerda que no camino solo.
Hoy mi voz se viste de gratitud,
porque en tu presencia aprendí
que el amor no es solo palabra,
sino acto, compañía,
y la huella que deja en la vida
quien decide estar, sin condiciones.
Gracias por ser mi horizonte,
por mostrarme que incluso en la caída
hay manos que levantan,
y miradas que devuelven esperanza.
Gracias por ser mi refugio,
por enseñarme que la vida se construye
con paciencia, ternura y fe,
y que el amor verdadero nunca se cansa.
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