En la soledad, en el silencio,
en los adioses sin despedidas,
en las miradas sin respuestas,
se dibuja la fragilidad de la vida.
Cada suspiro suspendido en el aire
lleva consigo un eco de memoria,
un aroma a distancia que nos invita
a recorrer los pasillos de la historia.
Es allí donde el alma se desnuda,
donde lo hecho y lo no hecho se cruzan,
y en ese escenario de reflexión callada
descubrimos que la ausencia también enseña.
Porque en el vacío florece la conciencia,
en la pausa se revela la esencia,
y aunque el tiempo nos robe certezas,
la distancia nos regala nuevas puertas.
Así, entre sombras y silencios profundos,
aprendemos que cada instante fecundo
es semilla de un mañana distinto,
donde el amor y la vida cobran sentido.
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