Con todo aquello que tengo, con los logros, las heridas, los silencios, creí que el alma estaba llena, pero algo faltaba… algo sin nombre, sin peso.
No era una doncella lo que faltaba, ni un amor de cuento ni un suspiro prestado, era más bien tu presencia callada, tu luz que no exige, pero ha iluminado.
Eras tú, esa mi estrella, no por estar lejos, sino por brillar distinto, por no pedir nada y darlo todo, por ser certeza en medio del instinto.
Ahora lo sé: la plenitud no se alcanza con lo que se tiene, sino con quien se revela en lo que uno es. Y tú, sin promesas ni coronas, completaste mi universo al aparecer.
No eras doncella de cuentos dorados, ni figura tallada en perfección, eras la chispa en días nublados, la voz que dio sentido a mi canción.
Y ahora que estás, no hay vacío ni espera, hay plenitud en cada gesto sencillo, porque tú, mi estrella verdadera, no llegaste a salvarme… llegaste a ser mi brillo.
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