Había una vez, una abeja muy hermosa
y un abejorro se enamoró de ella
el soñaba con llevarla a las estrellas
aunque sabía que el viaje sería una epopeya.
Aún así el la amaba con toda su alma
ella de colores intensos, deslumbraba por dónde aleteaba
el abejorro se enamoraba cada vez más
y aunque ya habían copulado por ocasiones
el quería tenerla para siempre a su lado.
Ella era perfecta, y el abejorro se sentía contento
y decía para sus adentros, al fin la vida me da lo que merezco
el romance iba viento en popa, aunque eran difíciles los encuentros, pues ella pertenecia a su colmena
mientras que el abejorro era de otra especie.
Con aleteos y bailes insinuosos, la abeja lo animaba a qué la amara
eran tiempos de gloria, cuando coincidían y copulaban
no les importaba que el viento soplará fuerte
ellos se juraban a mor hasta la muerte.
Luego de un tiempo, vino una peste
que los obligó a quedarse en sus guaridas
y solo se comunicaban por telepatía
pues al exterior salir no podían.
Después que paso la peste, se juntaron una vez más
y fue algo apoteósico, que no lo olvidarán jamás.
aunque desde ese momento, la relación de fue enfriando, y la abeja se puso a buen recaudo
ya no quería seguir estando con el abejorro
aunque el hacía de todo para animarla.
Se pusieron en modo espera, como si la abeja ya no quisiera
y de vez en cuando se veían, aunque ya la chispa no existía
el pobre abejorro, siempre la recordaba
pero la abeja ya casi no le importaba
pues tenía en su colmena, alguien que le coqueteaba.
Pasado un buen tiempo, el abejorro seguía enamorado
y la abeja se fue desinteresado, pues sus silbidos ya no le importaban
y se dedicaba a reinar en su colmena, aunque sabía que el abejorro moriría de pena.
Cierto día el abejorro se aventó a visitarla
y llegó hasta la puerta de la colmena, y tocó la puerta
aunque nadie salió, el igual entró, allí estaba la abeja, con su pareja, disfrutando de una comida
presurosos lo invitaron a cenar, aunque el se quería marchar.
Y así transcurrió mucho tiempo, el le enviaba mensajes en clave
ella los descifraba, y al contrario de molestarse
le daba espacio para que soñara
aunque ya no copulaban, el en su nido la extrañaba.
Y deseaba que pudieran tener una cría
aunque los dos a especies diferentes pertenecían
el terco abejorro, le llevaba regalos y se daba el modo
de estar a sus lado, aunque ella todo lo disimulaba
para no ponerse en evidencia, que por dentro aún lo amaba.
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