Mirando fijamente al espejo
empecé a soltar mis miedos
y a medida que los sacaba
me quedaba más perplejo
al palpar aquello que me atormentaba
y por supuesto que me puse a llorar
al sentir un alivio en el corazón
sin saber la causa ni la razón
de hacer aquella terapia
que me dejaría aliviada mi alma.
Luego vino el silencio
y comprendí que todo era pasajero
los instantes de pasión
los alaridos del corazón
los besos de sabores intensos
y hasta los mágicos atardeceres
y aun mas los más íntimos placeres
pues algunos son tan fugaces
como las estrellas en el cielo
las dejas de mirar un instante
y al siguiente segundo, ya no están
y te emocionas nuevamente
con el brillo de cualquier lucero
hasta que por sí solo
sabes que no es sencillo
mirar la inmensidad
sin perderte en ese cielo, una eternidad.
Recapitulas tu vida
y crees que hiciste lo correcto
que la herida de ese amor
ahora solo la puede curar, otro momento
que quizás sea más duradero
y no te cale los huesos, como el frio invierno
que sentiste cuando se marchó
y te dejo en un mar de inseguridades
por todas las cosas que disfrutabas
y que de pronto, sentías que se terminaban.
Suspiras profundo, y dejas escapar un chasquido
son tus dientes, apretados para no llorar
para no gritar
para no expresar lo que sientes por su ausencia
más eso ya es parte de tu pasado
y el espejo, hoy te lo ha demostrado.
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