Caen los inocentes bajo el fuego enemigo
esparcidos por el suelo, quedan los cuerpos
mientras la sangre forma ríos interminables
y los lamentos se hacen más elocuentes.
La noche grita su inmensa pena
mientras se alzan voces pidiendo clemencia
hijos que lloran a sus padres
madres que imploran al cielo, y no encuentran consuelo.
Lágrimas que explotan por dentro
por aquellos que sucumbieron ante la violencia
y cayeron como héroes, sin haberlo pedido
más la vida les jugó esa carta.
El atroz acto de los miserables
es llenar de dolor a los ausentes
pues saben perfectamente
que cada caído , tiene por cantidades, amigos y familiares
Que se abrazan compartiendo consuelo
sin entender el porqué deben de llorar a sus muertos
si ellos los hacían felices y esperaban abrazarlos en un próximo encuentro.
Encuentro que cambió de escenario
y ya no será un lugar de risas y alegrías
sino más bien en un féretro. donde yace allí dentro
aquel amigo o familiar, que la infamia y el terror, lo devolvió pero ya muerto.
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