Un candelabro y dos velas encendidas
Aún se mantienen sobre la mesa servida
Es ese el ultimo recuerdo
Que ella tenía de aquel efímero recuerdo.
Era una tarde de verano
Cuando ella preparó la mesa, y fue en vano
Él no llegó a la cita, ¿Quizás se habrá olvidado?
Todo quedó allí, como fue acordado
De vez en cuando ella reemplazaba las velas
Pensando que el aún volvería
Lo que en sí no sabía
Era que ya a este mundo, no pertenecía.
Largas fueron las horas
Que pasó esperando a que apareciera
Muchas noches de desvelo
Era imposible conciliar el sueño.
Nada le hacía perder la esperanza
De que él volviera por ella
En las madrugadas solía observar las estrellas
Como queriendo buscar orientación a su semblanza.
El tiempo fue transcurriendo
Y el candelabro iba envejeciendo
Aun así ella atesoraba aquella ternura
Y se dejaba arrastrar, a veces por la locura.
Por último, ya no había velas de repuesto
Y ella se vestía solo con lo que llevaba puesto
Se acurruco en su lecho
Y acomodó su retrato sobre su pecho.
Y allí se quedó dormida para siempre
Exhalando un último suspiro muy profundo
Que se oyó como un gran alarido
Ella, de este mundo, había partido.
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