Y cuando la luna aún no se ocultaba
ella, entre sus recuerdos hurgaba
algún instante que le devolviera la calma
que le diera paz infinita a su alma.
Aquel ritual, todas las noches lo repetía
como queriendo evocar aquellos momentos que, con él, tenia
y que la llenaron de muchos placeres, en cada encuentro
que dejaron su parte frágil al descubierto.
Pues ella de nadie se había enamorado
siempre tenía romances, jamás se había estacionado
andaba como alma furtiva
siempre inalcanzable, siempre muy esquiva.
Pero esta vez, él, la llegó a enloquecer
intentaba encontrarlo a su lado en cada amanecer
deseaba tanto sentir su aroma, sentir su piel
besar su cuerpo, probar su miel.
Su cuerpo y su corazón
no sabían el motivo ni la razón
que tenían para recordar con tanto frenesí, aquel amor
que al principio fuera solo diversión.
La luna ya se estaba ocultado
y ella, en vano había buscado
pues su mente la traicionaba muchas veces
y solo le quedaba asimilar ese instante, con creces.
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