martes, 22 de agosto de 2023

La habitación de la vejez

 

En una  fría y tetrica habitacion, unas cuantas fotografías sobre la mesita de noche, y un dolor inmenso en el corazón, son lo único que la acompañan.

Y no es que, no tenga familia,  pues tuvo 8 hijos, 20 nietos y 3 bisnietos, pero ahora esta sola, allí en esa habitación donde enjuaga sus lágrimas con sus recuerdos.

Algunos de sus hijos la visita cada semana, otros cada mes, unos cuantos cada tres meses y un par que no saben o no les interesa si vive o muere.

Ella que dedicó su vida a cuidarlos, a alimentarlos, a vestirlos y sobre todo a renunciar a sus propios objetivos para que ellos puedan cumplir los de ellos.

Con 85 años a cuesta, todavía no entiende porque tiene que estar alejada de sus seres queridos y encerrada entre 4 paredes, de vez en cuando saca de la galera de los recuerdos, aquellos momentos que vivió cuando aún les era útil, cuando se reunían en la mesa a disfrutar las delicias que ella les preparaba con mucho amor y dedicación.

Un par de lágrimas resbalan por sus mejillas, sus ojos se nublan un instante, su mente viaja a través del tiempo, tal cual máquina viajera; recuerda lo que le decían sus hijos " Mamá, siempre estaremos contigo" y dos lagrimas más salen de sus nublados ojos, los recuerdos la atormentan y prefiere dejarlos guardados en un rincón del subconsciente.

Una servidora del  lugar interrumpe su diálogo con los recuerdos, arregla su cama, pone en orden las fotografías y se va sin mirarla siquiera, ella solo hace su trabajo.

Por momentos sale de la habitación,  para reunirse con algunos otros ancianos que están en peores condiciones que ella, pues apenas pueden caminar o balbucear palabra, y no sabe si sentirse afortunada de no estar en ese estado o triste por los hijos de ellos que se desentendieron de sus juramentos de cuidar de sus padres.

El nieto inquieto que ella tanto extraña, pregunta todos los dias por la mañana ¡Dónde está la abuela! Un silencio sepulcral invade el ambiente, todos se miran sin saber que contestar, sus silencios dicen más que mil palabras,

Al siguiente día se repite la historia ¡dónde está la abuela!, nadie se atreve a contestarle o darle una explicación, solo por dentro los come el remordimiento de saber la verdad y no darla a conocer.

Pasan los años y la abuela ya tiene 9 décadas encima, algunos de sus "vecinos" del hogar de ancianos,  ya pasaron a otra dimensión, y espera que pasen los días, para cuando sea el momento de que ella también haga ese viaje sin retorno.

Cierto día al despertar, no sabe si está soñando, está muerta o delirando, al pie de su cama hay un bulto de un pequeño ser, ataviado de uniforme escolar y con mochila al hombro la observa detenidamente, ella se incorpora, se limpia sus nublados ojos y descubre la tierna figura de su nieto, el se lanza impetuoso a sus brazos, ella derrama todas las lagrimas que llevaba contenida y disfruta aquel momento.

Luego de que las palpitaciones se van calmando lo mira sin pronunciar palabras, el corresponde su mirada y le dice" abuela, me he escapado de la escuela para venir a verte! ¡ Lo hubiera hecho antes, solo que no sabía dónde te habían llevado!.

Ella suspira profundo y se deja caer en la cama, su cuerpo experimenta sensaciones que pensaba ya no sentiría, el nieto le acaricia su cabellera blanca como la nieve.

Él se despide con la promesa de regresar al día siguiente y que no le cuente a nadie que ha ido a visitarla. Ella toma su mano y la besa tiernamente, él le regala una inocente sonrisa y se va.

Amanecen los días siguientes y él no ha vuelto, ella piensa ¡ lo habrán descubierto, se olvidó de mi, o solo fue un sueño!. Tantas interrogantes se apoderan de sus pensamientos.

Los familiares de la anciana reciben una llamada del hogar de ancianos, requieren urgentemente la presencia de ellos; llegan presurosos al llamado y en la recepción les dicen que la anciana ha amanecido muerta en su habitación, la noticia no los inmutó demasiado, entraron a la habitación y la vieron tendida sobre la cama y en el rostro una sonrisa se dibujaba en su expresión.

Después de llevarla al velatorio donde los que nunca la habían visitado, lloraban al pie del ataúd, como queriendo justificarse ante su abandono.

Luego del respectivo ritual religioso la llevaron al camposanto y la sepultaron junto a la tumba de su nieto, ese que era su preferido y que había fallecido hace algunos años en un accidente en la escuela.



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