Tú llegaste a mi vida, cuando menos lo esperaba
aunque debo confesarte, que en realidad lo necesitaba
y no creas que estoy emulando alguna canción
solo estoy manifestando, lo que siente mi corazón.
Que a veces se pone inquieto
por lo triste o por lo contento
pues desde que en mi vida apareciste
sé que realmente, los milagros existen.
Y no pretendo iniciar una plática de remembranzas
pues se de sobra lo que me dejaría como enseñanza
más este sentimiento que llevo dentro
es más fuerte, que el propio sufrimiento.
El instante mismo de conocerte
supe que no había otra forma, sino quererte
aunque husmeando un poco en mi pasado
se que, de amores prohibidos, ya he probado.
Más este que despertaste con tu presencia
es el mejor que he probado, en toda mi existencia
amable, simpática, alegre, inteligente, y sobre todo apasionada
que me ha permitido ser un hombre en toda la extensión de la palabra.
Hambriento de conocer, como se debe amar a una mujer
y tú con tus formas y detalles, me lo hiciste saber
y a la hora de la pasión, lo diste todo sin resistir
que más que un simple acto íntimo, nos permitió experimentar, otra forma de vivir.
Tocamos el cielo con las manos
y aquellos momentos, no fueron en vano
pues dejaste sembrado el amor verdadero en mi corazón
que, aunque haya pasado mucho tiempo, están presente, como la primera ocasión.
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