Si tu ímpetu te lleva con demasiado impulso,
piensa en lo que puede provocar,
cuando la prisa se disfraza de fuerza
y olvida la calma de reflexionar.
El corazón arde, la emoción gobierna,
pero no todos reciben igual la tormenta.
Lo que para ti es fuego encendido,
para otros puede ser miedo escondido.
El riesgo está en la exposición sin medida,
en abrir el alma sin pausa ni salida,
pues cada mirada interpreta distinto,
y no siempre el mundo responde con cariño.
Mas no se trata de apagar la llama,
sino de darle rumbo, de darle calma.
El verdadero poder no está en la carrera,
sino en el paso firme que el alma libera.
Así, el ímpetu se vuelve aliado,
cuando se acompaña de un pensar pausado.
Y la fuerza que antes pudo herir,
se transforma en impulso para vivir.
Exponerse a riesgos innecesarios,
es tentar al destino,
es poner en riesgo el bienestar por conseguir algo,
eso que muchas veces no representa lo que se pueda perder.